miércoles

Los cuatro no morqueteros...

Buenas o malas noches, según convenga, para nuestros queridísimos y, por ahora, escasos lectores.



No sé si tengo que criticar a las materias primas, a las máquinas que los hacen, al paso del tiempo o simplemente a la baja calidad que caracteriza a ciertos productos de mediano precio. La cosa es que se me cagaron los elásticos. Se, los elásticos. Y, claro, como hay muchos elásticos, no está demás la pregunta: ¿qué elásticos? Los del pantalón? Los de los puñitos del buzo? Los de la bolsa de tela para guardar bolsas de nylon? Los del culo? No, ninguno de esos sufrió desperfectos. Me refiero a los elásticos de la “sábana de abajo”.



Estos estirados señores, ubicados uno en cada esquina de “la de abajo”, evitan que la cama quede hecha un completo desastre en tan sólo minutos. O, sencillamente, que no se te salga la sábana. El tema, y he aquí el pelo del huevo, es que más o menos prontamente estos elásticos terminan por no cumplir su función o cumplirla a medias. Está todo bien, una cosa es despertarte enredado después de una noche apasionada por efecto de las compulsiones corporales. Pero una cosa muy (léase moooy) diferente es mover una gamba y que se te revele la dichosa sábana.



El tema es que ya estoy harto de tener que acomodar las esquinas de la sábana cada vez que me doy vuelta. No hay paz en una cama como esa! (?)



No hay pax! (???)

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