miércoles

Cuando los padres se van de viaje...

Un post corto para no perder el ritmo, porque el estilo lo perdí hace tiempo…

En fin… El tema es cuando los padres se van de viaje, como el título lo refleja tan apropiadamente. Por supuesto, que se vayan está bueno. Es más, me quedo corto con la expresión. Es relajante, descontracturante, emancipador hasta cierto punto (cuando te dejan la guita necesaria, claro).

Lo gracioso, aunque bastante fastidioso llegado cierto punto, son todos los comentarios, chicanas e indirectas muy poco elaboradas que te tiran. Parecería que su ausencia constituye un permiso inevitable para hacer de tu casa (su casa) un boliche, una bailanta o hasta un cabaret. Advierten de lo cuasi pecaminoso de usar su cama para actividades que ellos no aprueban (o sea todo, salvo dormir – SOLO). Pretenden ser permisivos, pero a la vez serios: “si se juntan, no hagan quilombo. No pongan muy alta la música”; “juntate acá, trae a tus amigos. Mientras sean buena gente…”. “Buena gente”, claro, un eufemismo para decir “a ninguno de esos amigos que tenés”.

La cosa no acaba con el sonido del motor diluyéndose en la distancia. Por supuesto… ¿cómo carajo iba a ser tan sencillo? Luego vienen las ristras de mensajes que van desde preguntarte el estado de tu mascota o comparar el tiempo que hace en un lugar y en otro hasta el acojonante “¿te puedo llamar?”. La pregunta no es acojonante en sí, claro que no. Sin embargo, las nunca bien ponderadas habilidades adquiridas por ciertos hijos para dilucidar las representaciones contenidas en las palabras de los padres hacen de una simple frase una potencial amenaza.

La llamada en cuestión puede variar en su extensión temporal. A pesar de esto, son parte de ella tópicos irrenunciables a la idiosincrasia paterna. Por ejemplo, estas conversaciones pueden comenzar con el famoso “¿podés hablar?”. El cual, ante la respuesta favorable, contrae su tono con un “está bien, te preguntaba no más”. Después de esto, además de comentarios ligeros y alusivos a las situaciones contextuales que rodean a ambos interlocutores, no se hace esperar el tan mentado y brioso por expresarse “¿estás solo?”. Ni qué decir si la respuesta incluye un solo nombre o si se dan rodeos al contestar. El momento debe (DEBE) ser resuelto fría y contundentemente. Una distracción, un temblor, una inflexión errónea en la voz será, de lo contrario, causa inevitable de la duda (no la metódica, sino la pelotuda). Y todo este círculo vicioso no puede más que completarse con las proyecciones al futuro cercano del primogénito. Es decir, “¿qué vas a hacer esta noche?”. No voy a explayarme en las posibles contestaciones a tal pregunta. Sí diré, sin embargo, que la mayoría de las reglas que rigen las respuestas a la pregunta “¿estás solo?” se aplican también aquí.

En fin… que cuando los padres se van y te dejan la casa es un grito de gloria y soledad desinteresada. Pero, como no podría ser de otra manera en esta meretriz vida de parásitos sin riqueza, tiene sus cositas… y sí que las tiene…

2 comentarios:

  1. Menos mal que mis padres han adoptado siempre una actitud descontracturada casi desinteresada absolutamente hacia mi... no soportaría ese velado control.
    Kudos por su precencia, Henry.

    ResponderEliminar
  2. Lo copado es cuando no te dejan ni comida ni plata, como ocurría con sospechosa frecuencia durante mi infancia... (¿sería un mensaje mafioso?)

    ResponderEliminar

A ver...